Como no sé explicarme, ahí va:
El café es amargo.
Hay gente que lo toma solo, a pelo.
Hay gente que le pone leche y gente que necesita azúcar.
A mí, ni siquiera me gusta el café,
pero sé que si lo tuviera que tomar, sería con la dosis exacta de azúcar,
la que se cuantifica en cucharadas y no en dulzor.
Son dos, y tanto si te pasas como si echas de menos, es incomestible.
Si eres inexacto ya no vale.
No me gusta el café, y no hay forma alguna de que me lo beba si no hay dos.
Dos partes.
Dos.
El equilibrio justo.
Ni más.
Ni menos.